En el final del capítulo siete de la temporada cinco de la serie danesa:
“Rita”, disponible en la plataforma Neftlix, Hjordis y Rita, amigas y cofundadoras de una
escuela, conversan sobre temas muy profundos de sus vidas, mientras beben vino
blanco. Antes de continuar, vale la aclaración para aquellos y aquellas que no
tienen las más mínima idea sobre esta serie. El argumento de esta comedia
danesa gira en torno a Rita, una maestra testaruda, sexualmente intensa, poco
convencional, fumadora empedernida y rebelde, cuyos dilemas emocionales
constituyen la trama de la serie.
Quisiera ambientarlos un
poco en esta escena que me interesa contarles. En primer lugar tienen que saber
que, tanto Hjordis como Rita, vienen de recibir un golpe duro e inesperado en
sus vidas. Cual cross a la mandíbula, Hjordis descubrió a su marido besando a
una rubia (característica para nada distintiva en una danesa, ya que todes les
dinamarqueses que muestran en las series, son rubies y de nariz
chiquita como chanchitos). Por otro lado, Rita se entera del suicidio de
su alumna adulta e íntima amiga, hecho que la hace sentir
inmensamente culpable, ya que no pudo advertir a tiempo que su amiga estaba en
riesgo.
Bueno, para ir al
“quid de la cuestión”, el diálogo que me interesa relatarles, es cuando Hjordis
le cuenta a Rita, qué la motivó a hacerse maestra. La vocación laboral es un
tema que siempre me interesó, desde muy chico, ¿Cuál es el “leitmotiv” que
nos hace elegir una determinada profesión u oficio? ¿Cuál es la
“misión” o “razón de ser” de una persona en el mundo? Son preguntas que siempre
me inquietaron. Creo que por esta razón estudié Relaciones del Trabajo. Porque
no sabía en qué quería trabajar y en ese momento creía que estudiando el mundo
del trabajo iba a saberlo. Perdonen mi inocencia. Tengan en cuenta, que el
trabajo para una familia de clase media baja como era la mía, padre
taxista y madre comerciante, era muy importante, sobre todo a fines de los
años noventa, que comenzaba a escasear. Ni a los dieciocho, veinte, veinticuatro, treinta, ni siquiera a los treintaitrés años, yo tenía la más
pálida idea de que quería trabajar. No lo supe por muchísimo tiempo y esto me
hizo muy mal, ya que durante gran parte de mi juventud me la pasaba buscando
empleos que no me gustaban. Aborrecía llenar cada solicitud de empleo, ir de
traje a una entrevista laboral, asistir a expo empleo, etc… etc…
Cuando me recibí de
Licenciado en Relaciones del Trabajo en la UBA, renuncié como liquidador
de sueldos en un estudio contable, después de trabajar cinco años allí. Y
comencé a trabajar como Analista de RRHH, en una empresa de
seguridad. El cual, era un empleo muchísimo peor que el de
Liquidador de sueldos. Literalmente me quería matar. Renuncié al mes
de ingresar allí y volví a la búsqueda intensa, actualice mi curriculum
en Bumeran.com y en la bolsa de empleo de la Amia, de la municipalidad de
Monte Grande y la mar en coche...
Luego de un año de
búsqueda, conseguí trabajo como analista de Créditos en una empresa financiera.
Era un empleo un poquito mejor que el anterior. Arranqué con todo, pero a lo
largo de los diez años fui decayendo y me fui marchitando como una flor, hasta
que me echaron. Así subsistí hasta los treintaisiete años de edad, momento en
que comencé a ser docente.
Yo siempre digo
irónicamente que la carrera Relaciones de Trabajo, en la Facultad de Sociales, de
la UBA, arruinó mi carrera laboral en el sector privado. Quiero
decir, te hacen estudiar a Carlos Marx, Althusser, Foucault, Bourdieu, y luego
te largan con ese conocimiento crítico cual carga de camión, a competir
con otros oferentes, en el mercado de trabajo neoliberal y
capitalista. Como diría mi abuelo ¡Váyanse a cagar!
Al final,
Soledad Acuña tiene razón: “Zurdo, fracasado y viejo”. En eso me
convertí y realmente me siento muy contento. Ya hace cinco años que soy
profesor en escuelas de Educación Media y realmente siento que tengo una
vocación por primera vez en mi vida. ¡Viva por mí!
Bueno, me colgué
hablando de mi historia personal laboral y me olvidé de contarles cuál es
el motivo que hizo que Hjordis eligiera ser maestra. Mientras ambas beben el vino
de a sorbitos, en taza de cerámicas con dibujitos, Hjordis le
muestra a Rita, el diario íntimo de su niñez y le va a contando con
los ojos llorosos, básicamente, que tuvo una infancia de mierda. Que sus
padres separados no la registraban, y que estaba todo el tiempo sola. Que lo
peor era eso, estar sola, ya que a nadie le podía contar que estaba triste.
Eso. No podía contarle a nadie que estaba triste y esta condición la hacía
doblemente infeliz. Esta es la razón por la que Hjordis se hizo maestra: para
escuchar a los niños, para ayudarlos, para que no pasen lo mismo por
lo que pasó ella.
Yo creo igual que
Hjordis, que me hice profesor o escritor para difundir un discurso distinto al
que escuché en la escuela. Para cambiar las relaciones humanas. Obvio,
dentro de mi corto alcance de radio que tengo, como antena de onda corta.
Me hubiese gustado
recibir Educación Sexual Integral en la escuela y no que la profesora de
Educación para la Salud, nos mostrará un vídeo sobre el aborto, proyectando imágenes
de como se trituraba un feto y luego absorbía con una aspiradora los restos. O
que me enseñaran a no cosificar a las mujeres. De esa manera, no hubiese
sido un pelmazo con la vecina de enfrente y otras mujeres. Me hubiese
gustado que los profesores me hubiesen hablado de temas de inclusión en la
diversidad. Pero sólo promovían un viaje a Europa para los estudiantes de
familias pudientes. O que la profesora de Geografía, hubiese intentado
despertar mi curiosidad sobre las placas tectónicas, que ahora tanto me
fascinan. Pero solo le gustaba hacerle pasar vergüenza a sus
alumnos, tomándoles oral en el pizarrón. Me hubiese gustado que el
profesor de Educación Cívica me sancionara por discriminar a otras personas, ya
sea por su origen social, forma de cuerpo, clase social u orientación
sexual. Pero no, me sancionó por no delatar a un compañero que había incendiado
un tacho de basura.
Lamentablemente esos
docentes no lo hicieron, por este motivo quiero hacerlo “yo”. Ahora y
en adelante, como docente, profesor, orientador, referente, como quieran
llamarlo.
Mauro Sartirana.